viernes, 19 de junio de 2009

cuidador de rebaños



No creo en Dios porque nunca lo he visto.
si el quisiera que yo creyera en él,
seguro que vendría a hablar conmigo
y entraría por mi puerta diciéndome: ¡Aquí estoy!
Pero si Dios es las flores y los árboles
y los montes y el sol y el luar,
entonces creo en él,
entonces creo en él a todas horas
y mi vida entera es una oración y una misa
y una comunión por los ojos y por los oídos.

Pero si Dios es las flores y los árboles
y los montes y el luar y el sol,
¿por qué llamarle Dios?
Le llamo flores y árboles y montes y sol y luar;
porque si él se hizo, para que yo lo viese,
sol y luar y flores y árboles y montes,
si se me aparece como árboles y montes
y luar y sol y flores
es porque quiere que lo conozca
como árboles y montes y flores y luar y sol.

Y por eso yo le obedezco
(¿qué más sé yo de Dios que Dios de sí mismo?),
le obedezco viviendo, espontáneamente,
como quien abre los ojos y ve,
y le llamo luar y sol y árboles y montes,
y lo llamo sin pensar en él,
y pienso en él viendo y oyendo,
y ando con él a todas horas.

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no tengo historia ni lugar, fugas es mi mirada y tenues es mi palabra, solo existo en los recuerdos de un montón de gente, no tengo fe alguna y soy de lo prescindible, de lo vacuo, de lo que no es, se que todos los discursos jamas me atraparan. Los sueños son solo un viejo deseo, no tengo promesa alguna y lo que he dicho y escrito ya no existe y paso por el mundo cantando mi cancion y como una cancion sera leve mi existencia casi como la caida de una hoja que se funde con mil hojas y un millar de troncos y raices que se vuelven hojas y mas troncos y mas raices.